jueves, abril 23

REVOLUCIÓN, EL PUEBLO, Y UNA PIZCA DE DEMOCRACIA


                                                      PRIMERA PARTE

El ciudadano Robespierre es condenado a morir en la guillotina. Verdugo y víctima mantienen antes una conversación.
-¿Será rápido? -. Pregunta Robespierre serio.
- Sí, aunque... –duda el verdugo -, espero no le importe a su señoría una pequeña mella en la hoja.
-¿Una mella? -.Los ojos fríos piensan.
-¡Es ínfima! Ya sabe; ayer ejecutamos a aquel obispo del infierno... por orden suya, por supuesto. Un fraile gordo con cara de antílope, nutrido y alimentado con tan buena carne el gusano en estos tiempos de penuria; tenía duro el espinazo como un tronco de roble.
- Ya -. Mirando a ninguna parte Robespierre.
- De todas formas no se preocupe su señoría. Si se atranca en mitad del cuello, podemos subir corriendo de nuevo la guillotina y dejarla caer. Colgándome de ella mi ayudante y yo mismo para hacer mayor peso.
- No es mala idea –volviendo a pensar -. ¿Un poco sufrida?
- Sí –volviendo a dudar -. Es mucho mejor el hacha del leñador –arrugando la cara mientras reflexiona -. Tiene el defecto de destrozar un poco el cráneo, a veces sólo grietas, aunque al final lo troncha. Unos cuantos golpes y..
-¿No las tienen  más contundentes?
-¿Cuál? -. Preguntó curioso el verdugo.
- Otras hachas, más grandes, como las que usan en Inglaterra.
-¡Ah! La verdad es que las que nos hacen falta son las que usan en Rusia – poniendo cara de satisfacción -. Los zares son  muy eficientes en esto. Se trata de gente muy preparada. Fíjese que hay gente que cuenta que en ocasiones se usan sierras para cortar los cuellos de sus víctimas. Tardan un buen rato en cortarlo, menudo esfuerzo.
- Interesante - Sonriendo.
- Deje de preocuparse señoría por esa ínfima mella en la hoja. Por lo demás está como nueva –acaricia el patíbulo con orgullo -, apenas se ha desgastado. Durante los primeros días del terror, perdón, del gobierno del comité de salud pública que usted presidia como primer ciudadano de nuestra amada república, se la dedicó en exclusiva a cortar los cuellos de las damas y los niños sospechosos de conspirar contra el régimen. Esa clase de personas tiene el cuello muy blando. La cuchilla apenas sufre, cientos de cabezas de ese tipo podría cortar en un día sin esmerarse un verdugo principiante – haciendo movimientos con las manos -. Bueno de hecho así lo hicimos por orden suya, exterminamos, perdone....administramos justicia en nombre de la igualdad y fraternidad a muchos de esas damas carcomidas por las ideas contrarrevolucionarias.  Los dos lados se separan limpiamente, sin ningún esfuerzo. Ambos lados de la herida quedan limpios. Llanos. Y mueren todos los corruptos y conspiradores.
-¿Ambos lados Llanos?
- Sí, sin nada que estorbe – se extiende al observar la cara de perplejidad del
ciudadano Robespierre -. Me refiero a que en la gente madura no siempre los cortes salen limpios del todo. En ocasiones queda unido a la cabeza algún trozo óseo de la columna vertebral. Entonces se ha de usar el hacha para rebajarlo. En otras es un pedazo de tráquea, esófago o carne interna lo que queda colgando, en ese caso se debe usar un cuchillo perfectamente afilado. El problema viene cuando son venas y arterias....
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