lunes, mayo 12

SIN UN FINAL FELIZ. SIRACUSA 413 a.C.

Los Atenienses, orgullosos de su nombre y poderío en la Hélade, enviaron a Sicilia dos grandes flotas con sus correspondientes expediciones, con dos años de intervalo fueron dos viajes a través del Mediterráneo de Este a Oeste. A veces nos ocurre que en un primer viaje no encontramos todas las respuestas, o simplemente no hemos tenido tiempo por la premura de nuestro quehaceres para encontrarlas, los atenienses, deseosos de hacer morder el polvo a los aliados de los espartanos, dado que Siracusa la ciudad más poderosa de Sicilia era de fundación de dóricos como ellos, decidieron hacer esa segunda travesía con refuerzos hasta aumentar el número de soldados en Sicilia a 40.000. Lo mejor de todas las familias de Atenas acabó reunido en la magna Grecia para la batalla final. No vamos a relatar aquí lo que en otro lado ya he relatado que ocurrió a tan orgulloso ejército enfrentado con el tirano aliado de los espartanos, sino en el final que aconteció a tan magnífica expedición.


Después de la retirada hacía Catania, ciudad aliada de Atenas, las dos columnas del ejército ateniense sedientas y sin posibilidad de recuperar su estructura combativa fueron masacradas, hasta que la sed más aguda y la desesperación les hicieron rendirse; ocurrió que los estrategos atenienses solicitaron clemencia siendo degollados en el acto de pedirla, el resto de sus hombre fue pasado por las armas siendo perdonados aquellos que supieran recitar un verso de una de las obras de Eurípides, 7000 de ellos sabían recitar ese verso, ya que hemos dicho que los mejores de Atenas había viajado hasta Sicilia a combatir, estos no fueron muertos en el campo de batalla y se les encerró en las latomias, canteras de Siracusa, los cuales murieron de privaciones en setenta días después, sólo el silencio regreso a Atenas después que sus hombres viajasen a Sicilia dos veces para conquistar Siracusa.


La conclusión de este final para los últimos atenienses que murieron en Siracusa es cuanto menos algo digno de recordar para un poeta. Aquellos que lucharon y que amaban la poesía o eran poetas sabían ese verso de Eurípides, y el premio fue no morir en el campo de batalla sino hacinados como ratas en una cantera donde fueron maltratados sin descanso; esto me hace pensar a mi momento vital cuando he vuelto a visitar esas canteras algo que no había aprendido cuando creí comprender el mito de la caverna de Platón que dicen se inspiró en este hecho, en que los poetas no deberían dividirse en poetas malditos, poetas de versos rimados, libres o poetas románticos, sino que los poetas deberían dividirse en poetas cuyas obras quieren que sean leídas y poetas que no deberían dar a conocer sus obras porque únicamente son alimento para ellos, y mostrarlas causa mayores problemas que beneficios. Yo casi me inspiro por esta clase de poetas, los que deberían guardarse para si su poesía o ni siquiera escribirla, destruir su don y olvidarlo en algún lugar recóndito de su cerebro, seguir con su vida e intentar borrar esa inspiración de escribir versos que hacen parar el aire cuando son leídos. Olvidar que son hombres comunes que se hacen hombres llenos de contradicciones cuando comienzan a escribir un verso. Darse cuenta que su mejor hogar son sus regiones interiores y que no deben mantenerse fuera de ellas. Esto al final es lo que he aprendido volviendo dos años después en un viaje interior y relajado a Sicilia.


Por lo demás creo que este blog debería también cerrar su ciclo, ya que fue creado en su día para un propósito de análisis que ya no creo necesario seguir firmando.